Esa estrella en la frente.
Por Marilyn Blanco.
Allá en Rosario un haz blanco empezó a andar los cinco puntos cardinales de hombre. Primero calladamente, tímidamente casi, subiendo peldaño a peldaño su propia estatura, hasta que la inmensa grandeza que había adentro comenzó a hablar – todavía lo hace – por una modestia que solo dice de su dueño hondos sentimientos.
Su boina, según los guerrilleros recuerdan, era un volcán del que siempre salía luz, que la sierra y la selva se abrían en caminos de solo escucharlo y a los fusiles enemigos les entraba una tos más grande que su asma, tos de nerviosa cobardía si le tenían enfrente.
Porque pocos han enseñado como él, a sangre propia escrita en la página gigante de la Patria, que la vida de un pueblo bien vale la vida de muchos de sus hijos. Aun – aunque duela a alguien- es de los mejores.
Así, más que a ese precio, a ese valor, fue como el hombre de muchos, siendo siempre el hombre, se convirtió en estrella.
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